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.Un joven tomó asiento junto a Teg, el ghola de Thufir Hawat.Aquel niño de doce años y expresión ceñuda no solía apartarse de su camino para estar con el Bashar, pero Teg sabía que lo observaba con atención, casi como si fuera un héroe.Y con frecuencia estudiaba los detalles de su carrera militar en los archivos.Teg le saludó con el gesto.Aquel era el leal maestro de armas y guerrero-mentat que había servido al viejo duque Atreides, luego al duque Leto y finalmente a Paul, antes de ser capturado por los Harkonnen.Teg sentía que tenía muchas cosas en común con aquel genio curtido en combate.Algún día, cuando el ghola de Thufir Hawat hubiera recuperado sus recuerdos, tendrían mucho de que hablar, de comandante a comandante.Thufir se inclinó hacia delante, reunió el valor y susurró:—Hace tiempo que quería hablarle, bashar Teg.Sobre la revuelta de Cerbol y la batalla de Ponciard.Las tácticas que empleó fueron de lo más inusuales.Jamás habría imaginado que pudieran funcionar, y sin embargo lo hicieron.Teg sonrió al recordar.—No habrían funcionado con ninguna otra persona.Del mismo modo que las Bene Gesserit utilizan la Missionaria Protectiva para plantar la semilla del fervor religioso, mis soldados crearon un mito en torno a mis capacidades.Me convertí en un personaje sobrehumano, y eso sugestionó e intimidó a mis oponentes más de lo que habrían hecho los soldados o las armas.En realidad hice bien poco en esas batallas.—No estoy de acuerdo, señor.Para que vuestra reputación se convirtiera en un arma tan poderosa primero os la tuvisteis que ganar.Teg sonrió y confesó que el mito que había en torno a su persona era cierto con tono bajo, casi triste.—Oh, desde luego que me la gané.—Y le explicó al joven fascinado cómo había evitado una masacre en Andioyu, una confrontación contra los reductos desesperados de un ejército que perdía y que sin duda habría acabado con la muerte de todos ellos y el asesinato de decenas de miles de civiles.Aquel día había muchas cosas en juego…—Y entonces murió usted en Rakis combatiendo a las Honoradas Matres.—En realidad, morí en Rakis para provocar a las Honoradas Matres, como parte de un plan más amplio de las Bene Gesserit.Yo desempeñé mi papel para que Duncan Idaho y Sheeana pudieran escapar.Pero después de mi muerte, las hermanas me trajeron de vuelta porque consideraban que mis capacidades de mentat y mis experiencias no tenían precio… como las tuyas.Por eso nos recuperaron.Thufir estaba totalmente absorto en sus palabras.—He leído la historia de mi vida y estoy seguro de que puedo aprender mucho de usted, Bashar.Teg oprimió el hombro del joven, con una sonrisa en los labios.El muchacho estaba desconcertado.—¿He dicho algo divertido, señor?—Cuando te miro, ¿cómo podría no recordar que yo mismo aprendí mucho del estudio de la figura del famoso guerrero-mentat de la casa Atreides? Tú y yo podríamos aprender mucho el uno del otro.—El muchacho se ruborizó.El debate empezó, y Teg y Thufir volvieron su atención al centro de la sala de convocatorias.Sheeana permanecía sentada en el imponente banquillo del defensor, un reducto de los orígenes de aquella nave, diseñada para otras gentes.Como de costumbre, Garimi estaba ansiosa por cambiar la situación.Fue hasta el podio y habló sin preámbulos, bien alto, para que todos la oyeran.—No partimos en una carrera o un viaje.Nuestro objetivo era huir de Casa Capitular antes de que las Honoradas Matres lo destruyeran todo.Queríamos preservar la esencia de la Hermandad, y lo hemos hecho.Pero ¿adónde vamos? Es una pregunta que lleva diecinueve años acosándonos.Duncan se puso en pie.—Escapamos del verdadero Enemigo, que se estaba acercando.Y todavía nos busca… eso no ha cambiado.—¿Nos busca a nosotros? —preguntó Garimi desafiante—.¿O solo a ti?Él se encogió de hombros.—¿Quién puede decirlo? Pero no estoy dispuesto a dejar que me capturen o me maten solo para aclarar tus dudas.En esta nave, muchos tenemos talentos especiales, sobre todo los niños-ghola, y necesitamos todos los recursos que tenemos.El rabino habló en ese momento.Aunque aún estaba sano y en forma, su barba y su pelo estaban más largos y canosos; detrás de las lentes, sus vivos ojos de pajarillo estaban rodeados de arrugas.—Yo y mi gente no elegimos esto.Pedimos que nos rescatarais de Gammu, y desde entonces hemos estado atrapados en esta locura.¿Cuándo terminará todo esto? ¿Tendremos que pasar cuarenta años vagando por el desierto? ¿Cuándo nos dejaréis marchar?—Pero ¿adónde quiere ir, rabino? —La voz de Sheeana era tranquila, pero a Teg le pareció algo condescendiente
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